Carnaval en Roses
El carnaval de Roses es uno de los ámbitos de la vida local que incorpora una mayor carga simbólica y emocional. En las últimas décadas se ha convertido en un lugar común del esencialismo local, sin márgenes, casi, por la disidencia racional o emotiva.
Lo decíamos hace unos años: «…Es la fiesta más apreciada por los rosales, irrenunciable y querida, sentida como lo más propio, personal y intransferible, cargada de nostalgia y recuerdos».
De forma imperceptible, la identificación entre los sujetos Roses y carnaval se ha convertido en total, absoluta. Es evidente que, en todo ello, ha habido una voluntad de potenciar esta fiesta porque, al fin y al cabo, ha servido para cohesionar la comunidad en unos momentos en que era necesario especialmente, por un lado, rehacer y/o afianzar la identidad colectiva de la población ante un mundo moderno y diferente y, por otra y consecuentemente, convertirse en una vía más de integración de los sectores sociales recién llegados que, desde los años 60, y al abrigo del desarrollo del turismo, han transformado la realidad social de Roses.
Si entendemos la centralidad de la fiesta del carnaval en la vida local, también
entenderemos la necesidad de hacer una reflexión sociológica e histórica que
permita explicar y entender cómo se llega a esta centralidad que comentábamos.
Cualquier creación social se convierte en manifestación simbólica cuando responde a unas
determinadas finalidades concretas, socialmente compartidas, o bien cuando es susceptible de satisfacer las expectativas ideológicas de los grupos sociales dominantes, que la utilizan en beneficio de un determinado proyecto social y político o, al menos, se ven obligados a deglutirla en su magma mental y manipularla para poder, finalmente, utilizarla de forma concreta, material. De ésta forma, algunas experiencias colectivas son desestimadas –su finalidad no es importante o relevante, o no presentan características que puedan coadyuvar a reforzar los rasgos comunitarios que se quieren potenciar en aquél momento histórico–, mientras que otros sobreviven el paso del tiempo y adquieren una significación que sobrepasa los límites por los que fueron creadas. Han demostrado, en definitiva, una funcionalidad comunitaria